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Terapias combinadas para una Vida Plena
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«...la aceleración, la intensificación, la ubicuidad del estímulo neuroinformativo (la conexión perpetua, la interacción constante con la pantalla, la participación diaria en juegos que no implican la presencia de otros jugadores, sino de un automatismo electrónico) están produciendo una incapacidad para desconectar el flujo mental del estímulo exterior y, en consecuencia, una progresiva anulación del pensamiento en tanto que flujo mental independiente».


El activista, filósofo y escritor italiano Franco Bifo Berardi se expresa así en Desertemos (Prometeo, 2024) a propósito de lo que entiende como un tránsito que va de la depresión a la hiperestimulación, un circuito que viene creciendo exponencialmente en especial desde la pandemia de covid-19 en 2020.


Hace ya más de 30 años que la psiquiatría global arroja sobre la cabeza de millones de personas de todo el mundo diagnósticos —con su consiguiente administración de psicofármacos— de autismo y trastorno por déficit de atención con/sin hiperactividad (TDA/TDAH). Las víctimas privilegiadas de esta práctica son las menores de edad. Da igual lo que millones de profesionales de la salud mental digan en contra de esos diagnósticos y esa medicación. Como también dio igual lo que el reconocido psiquiatra estadounidense Leon Eisenberg había dicho a sus 87 años, siete meses antes de su muerte, en su última entrevista publicada: «El TDAH es un ejemplo de una enfermedad ficticia».


Al fomentar esta práctica de diagnosticar y recetar medicamentos, la Big Pharma tiene un filón para seguir facturando miles de millones de euros al año. Las multinacionales farmacéuticas no se detendrán, así como no dejarán de tender puentes entre sus intereses comerciales y las muchas profesionales de la salud mental dispuestas a venderse por un suculento plato de lentejas. Nos quieren enfermas. Nos quieren clientas.


«Internet nos vuelve estúpidos», sostiene Berardi, que habla de «neurodependencia» para designar la tendencia a vivenciar como si fuéramos drogadictas la separación de los dispositivos móviles. El riesgo es evolucionar (si no involucionar...) hacia un mundo poblado de seres cada vez más desactivados de la «inteligencia empática humana».


Nuestra tarea como psicoterapeutas también consiste desde hace ya décadas en cuestionar el uso adictivo de la conexión a internet y, por supuesto, en no abrir la «senda química» con la ligereza y la nula conciencia ética que el mandato consumista al goce ilimitado nos quiere imponer. Carecer de dicha ética equivaldría a entregar a esas personas que piden nuestro acompañamiento al mercado farmacéutico, del que con mucha frecuencia resulta imposible escapar.


Dos personas mirando sus teléfonos móviles
«Internet nos vuelve estúpidos», sostiene Berardi.

  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

Vivir, como sabemos, es una tarea para la cual no disponemos de un manual de instrucciones. No sé qué hacer con mi vida es una frase que aparece de manera frecuente en la consulta. No hay un abordaje rápido, como tampoco una respuesta fácil, y depende del caso por caso.


Entre las razones y los síntomas más habituales que escuchamos los terapeutas cuando alguien está inmerso en una crisis existencial destacamos los siguientes:

  • Estoy cansado de vivir en piloto automático o como si fuese un hámster dentro de la jaula, girando sin parar.

  • No sé qué carrera escoger o qué hacer cuando termine la que estoy cursando.

  • No sé si aceptar ese trabajo o seguir con el que tengo.

  • Llevo diez años dedicándome a algo que no me gusta.

  • No sé qué hacer profesionalmente para que realmente me llene.

  • Me siento perdido, triste y vacío, sin razón aparente.

  • No hay nada que me haga ilusión.

  • Necesito un cambio, pero no sé por dónde empezar.

  • Cada vez más a menudo siento frustración y estoy muy irascible.

  • No entiendo por qué sigo con mi pareja.


Lo interesante, sin embargo, es que cuando te planteas que no sabes qué hacer con tu vida, aunque esto se presente de la mano de un malestar difícil de soportar, es significativamente bueno. Supone un paso valiente darle un sentido, un significado y un propósito a tu existencia.

Además, hay algo que empieza a moverse, aunque no tengas ni idea de cómo hacerlo. Lo cierto es que muchas veces solos no podemos, y necesitamos ayuda para zarpar hacia un nuevo rumbo vital. Esta ayuda, orientación, acompañamiento o guía pueden servirte para que empieces a preguntarte acerca de cómo piensas, qué haces, cómo lo haces, para qué lo haces, qué es lo que te supone, qué te resta, etc.


A lo largo de este camino aparecen tus creencias, tu ideología, tus supuestas limitaciones, las frases aprendidas que repites como un mantra. Aparecen, incluso, tus malestares, tus heridas sin restañar, los miedos y las preocupaciones que te llevan al bloqueo, a esas relaciones personales y familiares tan dañinas...


El origen, como vemos, es complejo y profundo. Has vivido durante mucho tiempo de manera poco consciente y has perdido el contacto con quién eres realmente y con tus verdaderos deseos, sepultados por un montón de ideas sobre quién deberías ser y qué deberías querer.


Si te sientes identificado con algo de lo que has leído, te animo a que te tomes en serio para descubrir qué hacer con tu vida. No será mágico ni inmediato. Se trata de un proceso que lleva tiempo y durante el cual vivirás emociones como si montaras en una montaña rusa, pero vale la pena que al menos lo intentes y empieces a plantearte una nueva manera de vivir. ¿No crees?

No sé qué hacer con mi vida
No sé qué hacer con mi vida





  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

El sufrimiento viene dado muchas veces por recuerdos traumáticos e insoportables. Cada nueva experiencia o acontecimiento vivido está contaminado por el pasado.


No podemos deshacer lo que ha sucedido, pero podemos crear escenarios emocionales seguros para hacer frente a algunos de los antiguos y cerrar la cadena de repetición.


El primer paso para vivir una vida más segura y plena es ser capaces de nombrar, sentir e identificar lo que nos pasa internamente. Reconocer lo que sentimos y poner palabras a nuestros sentimientos.


Otro paso importantísimo es incorporar el cuerpo en la terapia, para aprender que aquello que sucedió, ya pasó. Además de analizar tranquila y objetivamente las ideas, sentimientos y emociones que trae el paciente para permitir modular las reacciones automáticas reprogramadas del cerebro emocional.


La autoconciencia física sirve para liberarnos de la tiranía del pasado
¿Qué dice tu cuerpo?

¡Cuántas veces usamos la mente para ocultar lo que nos sucede! Y aquello que escondemos, como si fuera un velo echado sobre la piel, es nuestro propio cuerpo, que recuerda que sigue ahí. ¿Qué dice tu cuerpo?


El consumo elevado de medicamentos, el mal uso y abuso de las drogas, comportamientos autolesivos y el exceso de carga laboral ocultan temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables, pero nuestro cuerpo tiene memoria y sigue llevando la cuenta.


La terapia funciona cuando nos liberamos del pasado y no mientras sigamos arrastrados hacia él. Es una tragedia cerrarse, ya que también implica hacerlo a fuentes de placer y de alegría vital.

Hemos de ser capaces de vivir en la realidad del presente. Aprender a observar y a tolerar nuestras reacciones físicas para poder repasar el pasado de un modo seguro. Ser capaces de sentirnos seguras con otras personas es fundamental para tener una vida con sentido y satisfactoria.


Por ello, la autoconciencia física sirve para liberarnos de la tiranía del pasado, como ser capaces de considerar nuestro cuerpo con curiosidad en lugar de con miedo. Ese es el camino para volver a adueñarnos de nosotras mismas.

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