En su libro sobre la filosofía antigua, Pierre Hadot escribe:
«La sabiduría era un modo de vida que aportaba tranquilidad al alma, libertad interior, consciencia cósmica. La filosofía se presentaba, ante todo, como una terapéutica destinada a curar la angustia».
Desde la filosofía helenística, la Ataraxia es la ausencia de turbación que demuestra una disposición orientada al equilibrio de las emociones gracias al logro de la paz interior. La ataraxia sería el fin último de conseguir una felicidad plena sin perturbaciones exteriores.
En estos días tan extraordinarios que nos ha tocado vivir, cultivemos, en la medida que nos sea posible, la paz del alma (ataraxia).
La llegada del Coronavirus está causando en el psiquismo de muchas personas un aumento desmesurado de la angustia, del miedo y de preocupaciones excesivas.
El miedo es el virus más letal que existe. Devasta las conciencias, desequilibra interna y externamente e incita a crear más miedo. El miedo nos paraliza y nos vuelve fácilmente manipulables. El miedo hace que entremos en pánico y tomemos actitudes irracionales. El miedo baja nuestro sistema inmunitario.
Aprovechemos esta ocasión para descubrir quienes somos, cómo actuamos y desde dónde. Aprovechemos para prestar atención a nuestros pensamientos y a cuestionarnos los motivos porqué pensamos como pensamos, porqué hacemos lo que hacemos, qué es lo que se está poniendo en juego a nivel interno y externo.
Debemos tomar las medidas recomendadas para la prevención, pero también evitar saturarnos con la sobrecarga de información que conlleva nefastas consecuencias en el bienestar físico y psicológico. Desconocemos hasta dónde nos va a llevar y cómo nos va a afectar este virus, pero lo que está claro es que vamos a tener que convivir de manera más racional e inteligente.
Aunque sea una situación desproporcionada, también está ofreciendo la oportunidad de pasar más tiempo con los hijos, una oportunidad para pasar más tiempo con nosotros mismos, a prestar atención a un montón de cosas que olvidamos, descuidamos, porque nunca tenemos tiempo.
Vale la pena reflexionar sobre ello, parar un poco y no entrar en pánico.